viernes, 30 de septiembre de 2016

Una meditación.

Es rara esta afición. Porque, evidentemente,  de eso se trata. Si viene desde muy pequeño, poca dudas existen acerca de las causas originarias: escasas aptitudes deportivas y/o baja capacidad social.
No imagino a un chaval de doce años, charlando con sus amigos en el patio del colegio, sobre la última jornada celebrada en éste o aquel hipódromo.
En la mayoría de las ocasiones, el interés procede de arriba, de las altas instancias. El padre lleva a la familia a pasar un día en las carreras y lo que uno ve, escucha e imagina le pilla por los huevos, como una buena canción de rock. Así de sencillo.
¿Y qué puede provocar ver a unos PSI (pura sangre inglés) galopar por la hierba?. Todo o casi todo: velocidad, potencia, riesgo, fuerza, emoción, apuestas, incidencias, estética, observación. ¿No son cosas que pedimos a la vida?. Pues eso.

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